Día a día salimos de nuestras casas sin saber con
certeza lo que va a pasar, tomamos un taxi, un bus o en su defecto un
transmilenio para llegar a nuestro destino, bien sea colegio, trabajo o
universidad. Andamos por la vida a gran velocidad, con el afán de cumplir
horarios, preocupados únicamente por asistir a una clase, sin darnos cuenta de
lo que verdaderamente sucede a nuestro lado.
Probablemente la señora que esté sentada a nuestro
lado en el bus, no haya podido dormir la noche anterior, o tal vez dejo de
comer por darle comida a sus hijos, o el señor que nos empujo al entrar al
transmilenio va preocupado por que lo van despedir del trabajo sino llega
puntual a su oficina. Tal vez piensen que nada de esto les importa, cada uno
vive su vida a su manera, es verdad.
Pero cuando te dedicas a observar, cuando pones un
alto en el camino e intentas cambiar la velocidad a la que van nuestros días y
simplemente te dedicas a percibir, logras captar o al menos hacerte una idea de
que no todas las caras son iguales, no todos están felices, que por alguna
razón jóvenes optan por pedir plata en los medios de transporte y abuelos buscan
la manera de conseguir lo necesario gracias a la falta de trabajo en nuestro
país.
Exactamente todo lo anterior fue lo que me sucedió en
el trayecto de mi universidad al portal de Usme, recorrido que hice con mis
compañeros para una salida de campo. Simplemente me dedique a percibir y poner
un alto en el camino, todo esto me llevo a pensar a que en un medio de un
transporte como el que tomamos a diario se reúnen un sin fin de historias que
armamos con suposiciones y que no detallamos gracias a la cotidianidad.
Estamos a acostumbrados a que avanzamos hacia una
meta sin poder mirar a los lados, yo me di cuenta que la vida es mas interesante
cuando ponemos un alto.